Región hoy

Familias enemigas: el femicidio de Isabel Porras

Hugo Varela se cortó el cuello cuando la Policía de Investigaciones dio con él. Los uniformados le seguían la pista como el único responsable de haber asesinado a Isabel Porras, su pareja. En su ficha del hospital quedó registrado que pidió que lo dejaran morir. Pero no lo hicieron, y ahí mismo, hospitalizado, le avisaron que estaba detenido. El femicidio dejó al descubierto que cinco años atrás, el hermano de Isabel asesinó al hermano de Hugo. Y que ambas familias, enemistadas, siempre se opusieron a su relación de amor.

A Hugo Varela Alvear lo encontraron en la salida norte de Arica. La Policía de Investigaciones dio con él 72 horas después de haber asesinado a su pareja, Isabel Porras Uribe. Fue justo en el sector del Truck Center donde los funcionarios le vieron la cara. Pero Hugo Varela también se las vio. Y antes de que pudieran detenerlo les gritó que todo fue un accidente, que él, en realidad, no la quería matar.

Y se cortó el cuello después de eso.

Sin anestesia. Sin vacilar. Un tajo que le rozó las cuerdas vocales. Aún así, con voz gutural y mientras se desangraba por la boca, pidió que por favor lo dejaran morir. Pero no lo hicieron, por el contrario, le salvaron la vida en el Hospital Regional de Arica, donde terminó en la Unidad de Cuidados Intensivos.

Cuando pudo volver a abrir los ojos ya eran las 18:30 horas del 1 de mayo. Su intento de morir —o de escapar— le duró menos de 48 horas. Con los sedantes a la baja y la consciencia restablecida, los policías le leyeron sus derechos y le anunciaron que estaba detenido.

Él, pidió que llamaran a su madre, María Alvear.

Ella ya venía de vuelta. De hecho, junto a los hermanos de Hugo se contactaron con la PDI para que concretaran la captura. Fue su propia familia quien a través de un comunicado manifestó que “ellos siempre han estado y estarán del lado de la justicia terrenal y divina”. María Alvear también lo hizo porque ella sabía de ese tipo de dolor, de los que dejan los homicidios: cinco años antes habían asesinado a uno de sus hijos. Al hermano de Hugo.

El asesino fue Branco Porras Uribe.

Isabel Porras Uribe, hoy víctima de femicidio, era la hermana del homicida.

El fin de una amistad

—Carabineros, buenas noches ¿Cuál es su emergencia policial?

—La emergencia que tengo es que aquí, afuera de la casa, estaban unos jóvenes peleando y uno le enterró la cuchilla, un puñal a otro y está tirado en la calle, en medio de la calle, frente al pasaje 3 con Oscar Belmar. Hace rato ya. Uno está tirado en el suelo y el otro arrancó. Al que lo apuñalaron no sé qué le hizo, pero está sangrando. Está tirado en la calle.

—¿Cuál es su nombre?

—¿Aló?

Recrear la escena del asesinato fue una de las tareas más difíciles para el Ministerio Público. Ningún testigo quería aventurarse con una declaración; abrir la boca en la población Tarapacá Oriente era y es sentencia de muerte. Todos los que vieron algo prefirieron no involucrarse, menos con la Policía de Investigaciones.

La mujer que alertó al 133 esa madrugada para avisar que un chico se estaba muriendo tampoco quiso hablar. Nunca se presentó a declarar oficialmente y cada vez que tocaban la puerta de su casa, acusaba que estaba enferma. Que por favor se fueran. Lo único que quedó de ella como prueba oficial fue su voz en la llamada a la Central de Comunicaciones de Carabineros.

Ella no lo sabía, pero el joven de 25 años tirado en el suelo era Bruno Varela Alvear.

Y el que arrancó era Branco Porras Uribe.

Eran amigos. O algo así. A veces Branco iba a la casa de Bruno a pedir comida o para que le lavaran la ropa. Nadie sabe cuándo partió su amistad, ni siquiera su familia. Lo que sí saben es que terminó ese 18 de enero de 2020, con la muerte de Bruno y los 10 años de cárcel para el Porras. Y en consecuencia, dos familias enemistadas de por vida.

Lo que nadie sabía tampoco es que un testigo protegido que observó todo desde unos 15 metros de distancia, declararía bajo reserva de identidad.

Un bastardo

La noche del asesinato de Bruno, María Alvear estaba recostada en el sillón viendo el Festival del Olmué. Eran casi la una de la madrugada. Tenía el pijama puesto. Lo único que la hizo levantarse hasta el borde de la puerta fue para pedirle a su hijo Bruno Varela que se entrara, que ya era tarde y estaba borracho. Él le respondió que volvía enseguida.

No sabe cuánto tiempo pasó desde ese momento. Cuando declaró a la Fiscalía dijo que fueron un par de minutos, hasta que escuchó gritos afuera de su casa.

“Aló, aló, aló”.

Era una muchacha que todos conocían de vista en la población. Una pastera del barrio como la denominó la mayoría.

—Señora, el Bruno está mal, tirado en el suelo —recordó que escuchó de la joven.

Entre la desesperación, le gritó a su otro hijo, Hugo Varela Alvear, que habían golpeado al Brunito. Se puso un chaleco y corrió lo más rápido que su artrosis le permitió. Cuando lo vio tirado en el suelo pensó que no era tan grave, mucho menos que estaba agonizando porque no lo vio sangrar. Le tomó la mano y lloró. Le conversó, o lo intentó, hasta que la ambulancia se lo llevó. Bruno tenía los ojos en blanco. María aseguró que le apretó la mano durante un segundo.

Además de los curiosos que miraban de reojo la triste escena, junto a Bruno estaba Jairo Porras Uribe, el hermano de Branco Porras, el asesino. La diferencia es que Jairo estaba intentando salvarle la vida.

—Tía, fue el bastardo culiao de mi hermano el que le hizo esto a Bruno —gritó en ese momento.

Herida letal

Jairo venía llegando de una pichanga de barrio cuando se encontró con Bruno. Lo vio caminando y pensó que estaba bien. Escuchó que había peleado pero no sabía con quién, o eso fue lo que le dijo a la policía. Se percató que Bruno tenía su mano en el pecho, como si le doliera. Le pidió ayuda y Jairo le pegó dos cachetadas. Suavecitas. Sólo para que reaccionara porque pensó que iba drogado.

Lo vio avanzar un poco y desmayarse en el Pasaje 2. Vociferó que llamaran a la mamá de Bruno urgente y mientras la iban a buscar, él intentó reanimarlo.

Jairo también comenzó a llorar cuando llegó María Alvear. Ver a ese cuerpo delgado de un metro setenta agonizando conmovía a cualquiera. Bramó unos garabatos y les pidió que denunciaran al bastardo de su hermano, el responsable de todo. Se quedó con Bruno hasta que la ambulancia se lo llevó.

A las 1:35 de la madrugada, el Hospital Regional de Arica lo ingresó. Su ficha fue corta: un paro cardiorrespiratorio, reanimación durante 40 minutos y la muerte que llegó a las 2:20. La lesión penetrante en el quinto espacio intercostal fue letal y le creó un taponamiento cardíaco. No había forma de salvarlo. La herida fue tan precisa que el médico legista que le hizo la autopsia admitió que “ni un cirujano lo habría hecho mejor”.

Aunque para entonces todos sabían que el responsable era Branco Porras Uribe, el caso no fue tan simple.

Al final de la recta investigativa su abogado defensor apuntó a que toda la información que sostenía el caso provenía de rumores. La falta de testigos y pruebas periciales agrandaban la grieta, y claro, si de las 8 cámaras incautadas en la población sólo una fue presentada. El resto era material inútil. Pese a todo, el contraataque de Fiscalía fue más fuerte y el tribunal acreditó que, más allá de toda duda razonable, el único responsable era Branco Porras.

Gran parte de la decisión condenatoria se debió a la declaración del testigo protegido.

Bajo reserva de identidad

—Habían unos jóvenes discutiendo. No sabía quiénes eran al principio. A uno lo ubico y al otro chiquillo no. Al fallecido no lo ubico, el otro es el (Branco) Porras, el nombre no lo sé. Estaban discutiendo, después se pegaron combos, algo así. El niño (Bruno) se veía bien mal por lo que alcancé a ver. No sé si iba drogado pero se tambaleaba.

La recreación del momento en que Branco asesina a Bruno sólo la pudo entregar el testigo protegido. No era el único que había visto la dinámica, pero sí el único que quiso hablar. Aunque no escuchó lo que se decían, relató que estaban discutiendo porque se pegaban cachetadas o combos, algo así; la distancia en la que estaba y los autos estacionados no le permitían observar esos detalles.

Lo que estaba claro era que el Porras atacaba y Bruno retrocedía. Luego cayó al suelo y el Porras desapareció por el pasaje 5. Antes de que se asomara la mamá de Bruno a sostenerle la mano, Branco Porras volvió a la escena del crimen. Su hermano, Jairo, también estaba ahí.

—Algo discutieron. Tuvieron como una discusión, se gritaron algo los dos hermanos —reveló el testigo.

El tribunal le dio 10 años y un día de cárcel a Branco Porras Uribe. Y con él en prisión, ambas familias se enemistaron de por vida.

Lo que nadie se esperó fue que Isabel Porras Uribe, la hermana de Branco Porras, se enamoraría de Hugo Varela Alvear, el hermano de Bruno, y comenzarían una relación que terminaría en otro asesinato.

Un femicidio

A Isabel Porras Uribe la mataron entre la noche del viernes 25 y la madrugada del sábado 26 de abril al interior de su casa en calle Garibaldi, en la misma zona donde su hermano mató a su cuñado.

Recién la noche del lunes 28 encontraron su cuerpo y dieron aviso a la Primera Comisaría de Carabineros de Arica. Fue la propia hija de Isabel quien minutos antes llegó a la casa para tener alguna noticia de ella: habían pasado casi 72 horas sin que su madre diera señales de vida, y eso, era anormal.

A simple vista notó que el primer piso estaba vacío. Subió directo a la habitación de su madre y entonces, la vio a un costado de la cama envuelta en una frazada. Al principio pensó que era un bulto en el suelo. Agarró una escoba, levantó la frazada y aparecieron sus piernas. Salió corriendo y marcó al 133.

Isabel tenía tres heridas cortopunzantes en el cuerpo.

Para entonces, Hugo Varela estaba inubicable. Las primeras entrevistas con los vecinos dieron cuenta que las agresiones contra Isabel eran una constante, y que minutos después de asesinarla, vendió su celular.

—Hugo llegó hasta mi casa con la finalidad de empeñar un celular por diez mil pesos, que según dijo, ella (Isabel) se lo había pedido, así es que le pasé los diez mil pesos y se fue. Además, quiso venderme una radio de auto, pero no se la acepté. Hugo llegó en el auto de la Kena (Isabel), lo que me pareció raro, ya que ella siempre manejaba su vehículo y cuando andaban juntos, ella siempre manejaba, pero esta vez andaba solo —contó frente a la policía quien compró el móvil.

Todo apuntaba, y por razones obvias, que quienes tenían escondido a Hugo era su propia familia. Pero no sólo desmintieron dicha versión, sino que a través de un comunicado divulgado el 29 de abril en Arica, afirmaron que fueron ellos mismos quienes entregaron a su hijo y hermano:

“Habiendo vivido el encubrimiento del asesino de nuestro hermano que resultó con meses de injusticia, JAMÁS estuvo en consideración siquiera el encubrir el hecho tan horrible y doloroso. Desde primera hora nos pusimos en contacto con la PDI para que nos orientaran, para que cuando los efectos de la droga disminuyeran, sabíamos que de alguna u otra manera (Hugo) querría llegar a su familia. Lo mismo hicimos con Carabineros. La respuesta de ambas instituciones fue que, a esa hora, aún no había fiscal asignado”.

Drogas y justicia

Después de que asesinaran a Bruno Varela, su hermano Hugo cayó en una profunda depresión que lo llevó a tener un problema problemático con las drogas. Según describe su familia, eso le consumió la vida y el alma.

“Quienes tienen un familiar adicto nos entenderán en parte: la droga es un cáncer y nadie está libre de eso, ni siquiera quienes la venden ni quienes la consumen”, escribieron.

Pese a que ambas familias se opusieron a que tuvieran una relación, en redes sociales divulgaban su amor públicamente desde enero del año pasado. Según dicen los Varela Alvear, a pesar de la negativa por “ser la hermana del homicida de su hermano mayor”, ellos jamás fueron hostiles con Isabel. Todo lo contrario.

Luego de asesorarse con un abogado, los Varela aseguran que mantuvieron contacto directo con la Policía de Investigaciones. Eso se traduce en que cuando Hugo se apareció durante la mañana por la casa de un familiar, dieron aviso inmediato para que se lo llevaran detenido. Y así pasó. Hugo está en prisión preventiva desde el 4 de mayo.

“Siempre hemos estado y estaremos del lado de la justicia, la divina y la terrenal. Esperamos que quienes hoy son víctimas indirectamente lo hagan también, ya que la familia nunca debe pagar con represalias de quienes quieren venganza o actúan al margen de la ley (…) Ojalá que este horrible hecho haga reflexionar sobre esta problemática social que no sólo afectaba a Hugo. Sobre todo en Arica, donde está tan normalizado el consumo sin consciencia”, cerraron su misiva.

Cuando capturaron a Hugo gritó que él no quería matar a Isabel. Se cortó el cuello antes de que siquiera pudieran esposarlo. Aunque quiso morir, y así quedó registrado en su ficha médica, no lo logró. Y ahí mismo, hospitalizado, le leyeron sus derechos para avisarle que estaba detenido por el delito de femicidio.

El 4 de mayo quedó en prisión preventiva y fue trasladado hasta la cárcel de Arica donde se mantiene hasta la fecha, pese a que su abogado defensor pidió el traslado hasta el centro penitenciario de Antofagasta por el “peligro de sufrir un atentado en la cárcel de Arica”.

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